miércoles, 23 de julio de 2014

VIII

¿Quién podría llamarme insensato
si me alegro con un nuevo día?
¿Quién podría tener la torpeza
de pedirme cerrar las ventanas
para no acostumbrarme al sol
que podría marcharse?

Triste aquel que, por nunca caerse,
no se atreve a salir de su silla
pretendiendo blanquear hojas de calendarios
hace tiempo marchitas
o queriendo reunir los pedazos
de un cristal que fue roto.

Saltaré de la cama cuando sienta
que llegó la mañana.
Borraré de mi cara una sombra de barba.
Cantaré una canción con la voz todavía dormida,
correré hasta caerme riendo agotado,
beberé agua de un río, treparé sobre un árbol.

Veré sucia mi ropa
de tierra y de barro.
Tomaré la sustancia del tiempo
en mis manos,
le daré nueva forma
sin tenerlo planeado.

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