miércoles, 23 de julio de 2014

XLV

Llegó a la puerta del consultorio pero se detuvo allí sin golpear. Sus manos adoloridas de tanto haber golpeado a su vecino la noche anterior se negaban a realizar un solo golpe más, aunque fuera a la puerta del doctor que podría curarlas.

Dio media vuelta y decidió acudir a las autoridades. Después de todo, su orgullo estaba más herido que su cuerpo y estaba seguro de que lo mejor era hacer la denuncia. Caminó las tres cuadras que lo separaban de la plaza principal, atravesó el césped ignorando involuntariamente el cartel que prohibía pisarlo, y se sentó a pensar en el banco despintado que estaba en la puerta de la comisaría.

Parecía sencillo. La denuncia era fácil de demostrar y así se libraría de su molesto agresor y aclararía haber actuado en legítima defensa, evitándose futuras complicaciones. Se miró las manos que casi sentía que se esforzaban en impedirle olvidar, debido al dolor constante, y volvió a analizar la situación. Sin duda haría la denuncia. No sería difícil demostrar que había sido él quién había escrito, con sus asquerosos dedos, ese inmerecido insulto en el parabrisas de su auto. Esas dos palabras que lo agraviaban de una forma tan horrible como inmerecida.

Sobre todo le molestaba la segunda: "sucio". Si algo no era él era sucio. El frente de su casa tenía poco tiempo para arreglarlo, pero más que algunas telarañas, nidos de pájaros y restos de comida no había. Y el auto, bueno. Sólo un poco de polvo en los vidrios, claro. Barro en las cubiertas, pero eso era inevitable. La mancha de sangre nunca supo cómo llegó allí, así que no iba a limpiarla.

Reflexionó un momento y pensó que sí, tal vez era algo sucio. Podía reconocer eso y darle la razón a su vecino en ese aspecto, pero aún no se arrepentía de haberlo golpeado. Era la primera palabra escrita en el parabrisas la que más lo injuriaba. La que hería su honor, la que lo calumniaba de una manera tan humillante como nunca lo habían hecho y que, se dijo a sí mismo, de ninguna manera merecía.

Enérgicamente se levantó del banco e ingresó a la comisaría a hacer la denuncia. Nunca, por ninguna razón, nadie más volvería a llamarlo de esa forma.

-Vengo a denunciar que escribieron la palabra buchón en el vidrio de mi auto.

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