miércoles, 23 de julio de 2014

XXIX

Ráfagas. Viento.
Las copas de los árboles ensayan movimientos ondulantes como preparándose para un temporal.
Cada hoja emite un sonido mínimo y casi inaudible.
El semáforo de la esquina muestra apenas una luz amarilla, parpadeando como si intentara mantenerse despierto, pero los postes de luz se mantienen alerta como centinelas incansables.

(No vaya a ser que la noche sea verdadera noche y que el hombre pueda ver la oscuridad.)

Está todo perfectamente diagramado:
el espacio entre cada luz, su intensidad...
todo para que el cielo quede en segundo plano, para que las estrellas parezcan un puñado y sobresalgan rabiosamente los carteles publicitarios vendiendo frascos vacíos.

Me encandilo.

Prefiero la oscuridad antes que la luz desesperada que pretende ser día.
Prefiero el silencio antes que el zumbido sin vuelo de un foco de luz.
Tal vez sea todo parte del mismo plan de escape: el hombre huyendo del hombre, tapando la realidad con burdas caricaturas de seguridad y de luz.

Pero la naturaleza todavía resiste y la realidad existe independientemente de lo que pretendamos simular.
Las hojas de los árboles siguen moviéndose sin seguir ningún patrón, sólo guiadas por el viento que se cuela entre los edificios mientras el pasto brota entre cada espacio en las baldosas. La noche persiste más allá de donde alcanzan nuestros reflectores y el silencio aún perdura aunque nos empeñemos en engañar a nuestros propios sentidos.

Basta de luces innecesarias.
Basta de cartón pintado.
El mundo no es un teatro ni somos todos actores.

Me niego a llamar flor a un pedazo de plástico o a creer que un paisaje es igual a un decorado.

¿Por qué suplantar la realidad con una versión acartonada y fría de la misma?

Yo prefiero recostarme en el pasto aunque mi ropa se manche de barro.
Y tratar de contar las estrellas aunque no reconozca sus nombres.

Prefiero saludar con un beso antes que dar la mano y expresar lo que siento antes que usar fórmulas hechas.

Dejo a otros el vestirse de traje y el tratarse de usted.
Veo lo artificial como lo opuesto a lo bello. Y elijo lo bello.

Niego rotundamente toda concepción del hombre que intente redefinirlo y busco las respuestas en la naturaleza que, en nuestra soberbia, creímos imperfecta y perfectible.

Es de noche.
El viento ya no mueve las hojas, pero el silencio tiene casi ganada la batalla de hoy.
La luz de mi habitación pretende mantenerme despierto, pero no caeré en su trampa.

Cierro mis ojos a ese simulacro de luz.

Voy a dormir hasta que brille el sol.

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