miércoles, 23 de julio de 2014

XI

Una ventana abierta me deja ver la copa de un árbol.
Veo sus hojas verdes moverse detrás de una reja que nos separa.
Un rayo único de sol llega a mi ojo izquierdo.

Frente a mí hay alguien sentado. Veo sus cabellos enrulados de una manera irreal.
Intento ver su cara, pero allí no hay más que una hoja en blanco.

A un lado también hay un espejo. Plateado.
Me veo proyectado en él muchas veces, pero siempre en forma difusa.
Tal vez yo mismo sea un espejo reflejando al que está en la pared
y creando con su ayuda infinitas repeticiones de nosotros mismos.

Miro hacia la esquina de la habitación.
Veo la blancura algo desgastada de la pared.
Junto a ella, solitario: un parlante. Silencio.

Sigo observando. Veo una mesa.
Sobre ella hay un papel esperando ser revelado como una fotografía.
Alguien se acerca y lo levanta.
Veo signos. Están ahí pero no sé descifrarlos.
Deben expresar la realidad de una forma más directa que la que estoy acostumbrado a interpretar.

Sólo observo.

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